INAUGURACIÓN DE LA CONVENCIÓN ESPIRITUAL DE CALI-VALLE EL 23 DE JUNIO DE 1947

(De permanente actualidad. Nota de ARIEL)

 

ADVERTENCIA

 

 Respetuosa y comedidamente y en la debida oportunidad considero indispensable significar al selecto público que nos honra con su asistencia a este culto certamen que va a tener lugar aquí en bien de la humanidad, auspiciado por la Universidad Espiritual en Colombia, que vamos a emprender en la Ciudad de Cali, a nuestro turno, como Pueblo libre, en estos momentos, que todas nuestras deliberaciones únicamente van a estar relacionadas de modo expreso con las bases que presenten a la consideración en bien de la humanidad entera todos y cada uno de los caballeros que integran esta Convención. 

De esta manera queda advertido que en ella no vamos a dar beligerancia alguna a temas extraños que vengan a empañar nuestra elevada misión que de manera señalada es la de propender nosotros también a nuestro alcance, haciendo valer nuestros postulados ante las supremas entidades representativas integradas por los gobiernos de todos los países de orbe, una vez sancionados por esta Convención.

Señoras y respetados señores:

 Con toda la atención que se os  debe, sin habituales protocolos, y en nombre de la Universidad Espiritual en Colombia, como un modesto estudiante de ella y como un accidental representante de esta institución, os doy, señores, las más rendidas gracias por vuestra gentil atención a nuestro cordial llamamiento, y a la vez os presentó el muy expresivo saludo de bienvenida.

Este cordial llamamiento de selección que se os ha hecho, es con el exclusivo fin de que vosotros y nosotros, fundidos en un solo haz de voluntades y bajo una uniforme idea y propósitos de mutua comprensión y acercamiento espiritual, solícitamente procedamos a establecer un frente de espiritual con ideales de verdadera y franca fraternidad en bien del género humano.

Esta conferencia a que habéis sido convocados, envuelve en si un señalado propósito de índole netamente humanitario. Indudablemente que nosotros no vamos a violentar las conciencias de los hombres de estado, así como tampoco vamos a pretender inmiscuirnos en atribuciones de gran trascendencia mundial de orden privativo de las altas entidades integradas por prestantes representantes de los países más conocidos de la Tierra. Nuestra tarea va a ser más bien de orden cultural, moral, de índole espiritual y de orientación hacia genuinos principios de solidaridad humana.

¿Por qué razón aceptable nosotros le vamos a dar cabida dentro de nuestro fuero interno al nefando pesimismo y al sórdido egoísmo al negarnos a afrontar una noble y generosa labor como ciertamente es la de buscar con indomable abnegación todas aquellas fórmulas básicas donde pueda establecerse de modo justiciero la armonía, la convivencia, la paz y una civilización que sirva o sea edificante tan sólo para a crecer el bien y enfocar el desarrollo intelectual de todo el género humano?

 Acaso no estará de más recordar al respetable auditorio que todo ser humano consciente, culto y que no carezca de principios éticos, necesariamente tiene que comprender y saber que la humanidad es solidaria, toda vez que aquella chispa espiritual que le da forma a todo ser viviente, le alimenta el ser, le proyecta facultades físicas para su expresión en la vida objetiva, inevitablemente ha tenido el mismo origen, y por lo tanto, aún cuando generalmente se crea debido a una defectuosa instrucción oficial, que cada ser humano es un ser independiente, esta creencia no pasa de ser una de tantas ilusiones de que ciertamente se compone la vida objetiva. En el comprensivo y dilatado estudio del dominio de las leyes naturales en el plano subjetivo, podríamos inevitablemente darnos cuenta de la realidad de la vida, de ahí que se afirme que la humanidad es solidaria. Cada uno, sin excepción alguna, de los seres humanos, es un eslabón integrante de la cadena humana.

Ahora, señores, sí admitimos cuerda y necesariamente que el horizonte del espíritu que anima sus simples vínculos corporales no está sujeta a limitación alguna posible, ¿Por qué razón aceptable desde el punto de vista de la vida objetiva vamos a ahorrar con criterio mezquino y egoísta negando o evitando nuestra colaboración, nuestras luces y en fin todo aquello que está al alcance de nuestras capacidades mentales en bien de la fraternal convivencia comprensiva y edificante y práctica de la humanidad?

 Si nosotros nos tomamos el trabajo de observar más profundamente los varios fenómenos que con tanta diversidad nos presenta la vida, inevitablemente tenemos que percatarnos que ella es en definitiva como un libro de infinita sabiduría que nos enseña con dolor, por medio del encadenamiento de las más o menos rudas experiencias, a trocar las inconscientes ilusiones conceptuales y objetivas por el conocimiento subjetivo, real y culto en donde subrayase la verdad; pero desgraciadamente cuán poco son los que se imponen esta tarea investigadora de la realidad, qué tan pocos son los que estudian la filosofía fundamental para orientar a sabiendas nuestras actividades mentales y procedimentales por rumbos más acordes con la verdad.

 Con estudios de esta índole, inevitablemente vendríamos a percatarnos, por ejemplo, que él acaso no existe. En el fondo no existe ni lógicamente puede existir fenómeno que sea absolutamente imprevisible; la casualidad no puede ser a mí juicio otra cosa que ignorancia humana, sencillamente porque no existe efecto sin causa. Lo que sucede es que la mente humana no alcanzado a descubrir hasta ahora las leyes que gobiernan silenciosamente la naturaleza y justamente esta deficiencia es la que viene a ser sustituida por aquello que se ha dado en llamar “caso fortuito ". Y así, como en este señalado caso, es como las gentes forman su criterio. Lastimoso criterio.

Con todo el respeto y consideración que me merece el selecto auditorio que integra esta convención, enhorabuena formada por selectas cifras de la sociedad y de indudable buena voluntad, os invito a llevar a feliz término la abnegada tarea de buscar a nuestro turno en esta oportuna ocasión, aquellas normas que anhelamos hacer valer en la conciencia de aquellas altas entidades que han constituido los gobiernos de los estados enfrentados todavía, acaso para emprender en una nueva lucha que vendría a ser la desolación misma del género humano.

 En la contemplación de este panorama aterrador, que en lontananza nos presenta actualmente el estado de beligerancia de los estados más poderosos de la tierra, vamos, señores, a trabajar con ahínco a fin de ver si nuestros postulados humanitarios salidos de este núcleo de corazones de nobles sentimientos y de estos cerebros que irradian anhelos de libertad, progreso y paz para todo el orbe, logramos hacernos oír y de esta manera contribuir a la mundial transmutación del mal en bien en toda la faz de la Tierra.

Con estos vivos anhelos que aquí vamos a traducir en lo posible en hechos efectivos, que será para nosotros motivo de profunda satisfacción, si con el correr de los días vemos nuestro esfuerzo constituido en conveniencia fraternal, solamente declaró inaugurada esta Convención a la que habeis sido convocados para llevar a cabo tal finalidad.

Roberto Bueno

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Nota de Revista ARIEL

Lea en próximo ARIEL (212): MANIFIESTO AL MUNDO POR LA CONVENCIÓN ESPIRITUAL DE COLOMBIA CELEBRADA EN CALI-VALLE, EL DÍA 23 DE JUNIO DE 1947)