MEDITACIONES OPORTUNAS

PRECISANDO DERROTEROS Y HORIZONTES

PARA LA HUMANIDAD DESQUICIADA DEL MOMENTO

 

REPORTAJE ESPECIAL Concedido por el Pr. OM Lind Schernrezig a “El Anillo Espiritual”, editado en Barcelona, España. Marzo 19 de 1937. Publicado en Argel.

 

“Léase sin apasionamiento lo que fue dicho con serenidad”.  K.H.

 

En la presente obra, no encontrará el lector galanura de expresión, ni ha sido escrita basada en hipótesis ni en meras fantasías, sino más bien en una exposición de hechos, realizaciones íntimas y vivencias conscientivas. Está muy lejos también de ser una obra literaria con el objeto tan solo de agradar al público.

Su Alteza Imperial OM Cherenzi-Lind, de Chan, Thibet, está viajando por Europa, de incógnito. Pocas personas lo saben y más escasas todavía son las que lo han conocido en persona.

Todavía resuenan en mis oídos las palabras de Maeterlinck acerca de él; “Es desconcertadamente humilde y de sencillo vivir; mas no conozco de otro hombre de estudio, bien sea adicto a la Ciencia o con propensiones filosóficas, que goce como él de una percepción capaz de ahondar los problemas hasta su mera esencia y que al propio tiempo sepa valorizar las cosas con tanta sutileza e ironía. No me extraña que en el Asia se le tenga como ser Divino y que en los mejores centros místicos y filosóficos del mundo civilizado se le considere como máximo si no único exponente del Verbo Universal. Y conociéndolo como lo conozco, tampoco me extraña que él rehúya toda glorificación y se esmere en ser, ante todo, un excelente “ser humano”. Ya sonará la hora en que se le consultará para liquidar los problemas que hoy por hoy atormentan a nuestra desvencijada humanidad”.

Se me ofreció la oportunidad de ver de cerca el sabio hombre de ciencia, insigne filósofo, Maestro de Sagacidad, al Espíritu Viviente tenido cuál encarnación arquetípica de Planes Superiores. La emoción que me embargó al encontrarme en su presencia sería imposible de describir. Lo que yo consideraba entonces, no era la apariencia humana con los múltiples títulos hereditarios y las incontables distinciones académicas, sino un ser de extraña sutilidad, de penetrante mirada, de fina ironía, y en fin de potente magnetismo personal. En su presencia, no se puede menos que preguntarse si se trata de un ser de otras esferas o de una forma del superhombre de que nos hablara tan elocuentemente el sublime Nietzsche.

Pero veamos lo que hubo de decirme este extraño personaje, que debió de servir de inspiración al autor de “El Gran Inquisidor” (Dostoievski), “Zanoni” (Lord Bulwer Lytton) y “El Conde de Montecristo” (Víctor Hugo).

¿CÓMO ENCUENTRA UD. EL PANORAMA DE EUROPA, EN EL SENTIDO CULTURAL, SOCIAL Y POLÍTICO?

¡Europa no ha logrado emerger, todavía, del sistema, así como del espíritu medieval! Ha progresado muchísimo, por cierto, en cuanto a ideología, costumbres y procedimientos; mas no advierto nada que muestre a la Europa de hoy distinta a la de los tiempos medievales. Quiero decir que culturalmente, no ha variado. Sus modalidades distintas anotadas ya son de carácter social y político. Pero estos cambios no responden en modo alguno a imperativos Espirituales; de ahí que carezcan de características culturales. Es que los europeos se han ufanado extraordinariamente en modificar el modus vivendi y las costumbres ambientales, produciendo novísimos estándares de vida sin importarles grandemente las necesidades íntimas de su humana constitución, ni de la estructura de su psique y Conciencia, y sin percatarse tampoco de los requerimientos ingénitos y trascendentes o Espirituales.   

PERO MAESTRO ¿Y EL CRISTIANISMO?

Dígase lo que se quiera, su función como sistema ha sido en todos los tiempos y en todas las latitudes por demás deplorable. No pretendo ignorar el valor de la mística cristiana; pero el cristianismo organizado ha sido siempre una fuente de hartamente terribles lacras, Espiritualmente, queda por demostrarse todavía si supo jamás lo que es el Espíritu. En cuanto a “Sentido Ecuménico”, ha estado completamente desprovisto de él, así que no se puede mencionarlo como Cultura. Será un sistema de organización social; una función política si se quiere, pero un detenido escudriño de la historia de Europa hasta estos presentes días acusará con toda seguridad una serie de tremendas deficiencias, que redundaron en cruentas consecuencias que hoy por hoy asolan al mundo bajo diversas formas. Todos los problemas del momento son, en cierto modo, los frutos del cristianismo, míreselos como se quiera mirarlos. Es más, el cristianismo no ha podido evitarlos ni sabe ahora aportar ningún remedio eficaz para finiquitar el lamentable estado de cosas que se presenta a nosotros con balance de completa bancarrota de la civilización racionalista, analítica y calculista, mecanicista y tecnocrática.

¿Y LA MORAL CRISTIANA?

La respeto, es respetable dentro de la profesión de fe sincera. Pero, en realidad, ¿Qué es la moral cristiana? Yo quisiera conocerla. Si es la de los decálogos y catecismo, mal sirven su finalidad en letras de molde. Pero en la realidad diaria, existe solamente de nombre, o bien en formas antitéticas. El día que se supriman los Confesionarios, la amenaza del Infierno y el temor a los Demonios, el Cristianismo habrá empezado a tener una moral articulada y efectiva. Además, cabe decir lo propio de todos los sistemas religiosos existentes.

¿CREE USTED QUE LA CIVILIZACIÓN SE ENCUENTRE EN FRANCA BANCARROTA?

Sí, mas no se vaya a creer que esta sea una consecuencia lógica de lo que dije hace un momento. Como “ismo”, el cristianismo es bastante respetable dentro de moldes mentales y actitudes de sinceridad y devoción. Pero el cristianismo forma parte integrante de la civilización en “valores”. Lo que acontece ahora es un “show down”, una revelación completa de la realidad. La civilización tenía falsas concepciones y se erigió merced a deleznables valores; lo natural era que no resistiera la prueba del tiempo o la obra perfectiva de las necesidades naturales, que no respetan tradiciones ni dogmas, por muy santificados o consagrados que fuesen. El que la civilización se tambalee, pues, no es nada de extrañar y más bien deberíamos todos felicitarnos por vislumbrar la posibilidad de tiempos, sistemas y nociones más edificantes, que asegurarán sobre la superficie de la tierra una vida harmoniosa y verdaderamente dignificante – al fin!.

Nuevos horizontes se asoman junto con nuevos tiempos y nuevos valores deben venir a sustituir ese fárrago de burdas nociones que han llenado la historia humana de tantos siglos de infamia, hipocresía, horror y en fin de cinismo.  ¡Que aliento pensar o siquiera imaginarse el fin próximo de tan detestable panorama político-social! ¡Qué bendición saber que esto sea sustituible y que la estulticia humana, engendro de fanatismos, prejuicios y barbarie descarada y horrenda, pueda ser finiquitada!

¿CUÁL ES SU IMPRESIÓN DE LOS ACONTECIMIENTOS EN MI TIERRA, ESPAÑA?

Las guerras me horripilan y mientras más tienen por finalidad defender o imponer principios de decantada “moralidad, justicia social y libertad humana”, más me producen asco. Pero, por otra parte, debo advertirle que la política no me inspira la menor confianza ni creo en sus panaceas, llámense “New Deal”, Fascismo, Comunismo, Democracia o cualquiera de esas fórmulas fantásticas con que algunos audaces bien fraseados, con algunos pulimentos de artificiosa cultura, embaucan a las masas ensoberbecidas.

¡PERO SEÑOR, LA DEMOCRACIA! ...

Democracia! ¡Flamante MITO! De todas las burdeces con que se ha engatusado a la mente humana, como lo Absoluto, lo Infinito, el Bien, la Justicia, Dios, el Cielo, la palabra Democracia es el término utópico más descarado y que más desastre causa en la  actualidad entre la grey humana dispuesta de cualquier manera a creer en algo, aunque sea en un tabú de salvajes, con tal que no sea en “sí propio”…Sí, a falta de capacidad por creer en sí misma, la gente moderna tiene que recurrir a todos los subterfugios del sofisma,  de la hipocresía y de lo ridículo.

¡Democracia implica gobierno del pueblo (demos) por y para el pueblo! Bien, yo admito y quiero que el pueblo sea tratado como gente y goce de todas las prerrogativas posibles o asequibles en la vida. Mas se me hace hartamente indigestible el que masas, sindicatos, grupos de individuos groseros, incultos, toscos, palurdos, asuman derechos autoritarios sobre otra gente caracterizada por gustos refinados, culta, de finos modales y en fin dedicada a cultivos espirituales. ¡Peor aún si se trata de masas que odian la cultura, desprecian las artes liberales, reúsan conceder importancia a las conquistas del Espíritu y niegan rotundamente todo derecho de conciencia! ¡Triste sino el de la humanidad si ha de seguir los derroteros señalados por seres de sentimientos trogloditas, que hacen tabla rasa con los valores Espirituales y que glorifican solamente a la fuerza bruta y al derecho de lo material! Cuando la humanidad sea más culta, es decir, más cultivada en lo íntimo de su estructura natural, entonces creeré en la posibilidad de una genuina democracia. Por ahora, que siga siendo una mera utopía o anhelo infinito que sirva de guía a las ansias humanas, legítimas, de superación…

¿CUÁL ES SU CRITERIO REFERENTE AL FASCISMO?

No sé lo que es. Para tener un criterio acerca de ello, tendría que saber en primer término en que consiste tal cosa. Hoy, sabemos del Fascismo solo lo que dicen de él sus panegiristas y fautores; mas en la realidad resulta siempre otra cosa. A mi entender y juzgando objetivamente, es una recrudescencia de los valores más ásperos y de las ansias más acerbas del sistema feudal del medievo elevado a potencia nacionalista, que es igual cosa que imperialismo o caciquismo, aunque con más desfachatez, mayor desplante, y peores procedimientos.  Pero acaso evoluciona en un sentido más edificante luego…

¿Y CONCERNIENTE AL COMUNISMO?

Respeto todas las opiniones y, siempre que sean sinceras, apruebo todos los ideales, pero no creo necesario escatimarle significado a mi juicio haciendo reservas que a lo mejor traerían peores consecuencias. Decididamente, este sistema político-social no disfruta de mis simpatías, ni acierto a ver en él nada que merezca verdaderamente atisbos de devoción por parte mía.

Como ideal humanista, lo respeto, mas sus métodos de aplicación lo desprestigian por completo y le restan toda la dignidad que le presta acaso la justificación que lograría encontrar de asumir proporciones funcionales edificantes.

La ética, sea en su sentido individual o en el colectivo, es una resultante de Cultura. Por lo mismo, no se puede modificar a una sociedad a golpe de Ukases o Decretos subrepticios, ni es factible cambiar la estructura social de sectores de la colectividad humana por la imposición armada, por medio de porras o de organizaciones secretas con facultades omnímodas dentro de un credo de combate en trance de divinización.

La fuerza jamás logra justificar nada y provoca siempre medidas sinónimas, o sea de pugna, oposición y odios. Además, ninguna modificación político-social puede ser posible sino consiguiendo de antemano una modificación apropiada de la naturaleza humana. Para que la vida o el objeto humano asuma proporciones edificantes, precisa ante todo predisponer convenientemente a la naturaleza, es decir, al sujeto o ente en sí. El día, por ejemplo, que un individuo culto de veras se pronuncie Comunista, ese día tomaré al Comunismo en serio; más no así si los Comunistas son por regla casi sin excepción individuos que nada tienen que ofrendar o perder y que todo lo exigen de otros con un mínimo de esfuerzo y de merecimiento de parte suya. Y creeré en sus designios también, el día que deje de renegar de la Cultura y tome en consideración a los imperativos naturales, a la Consciencia individual y en fin al factor Espiritual, que es el motivo básico-primordial de la existencia misma. 

Me causa tristeza contemplar un edén Comunista donde la cultura es un pecado, la decencia un irreparable defecto y en fin la religiosidad o la espiritualidad una imperdonable afrenta. Y los hay, en efecto, que prefieren cualquier disparate chusco a una obra de Miguel Ángel, del Tiziano o de Ajenta y que ven solamente motivo de odio en unas costumbres refinadas y que a fuer de ultramodernos quisieran gozar de todas las delicias de la civilización, no obstante, sin renunciar a sus protervas ansias de liberación de lo que hace a esta posible: el Capital.

Sin duda alguna, el mundo en general padece de una intensa crisis de valores, en lo ingénitamente humano. Lo que sufre descalabro, no es tanto el edificio social como la contextura misma de la conciencia y la capacidad funcional de la mente humana. Hoy en día, lo que priva es lo terre a terre, lo banal, lo insípido, lo grotesco, lo “común”, lo que menos esfuerzos requiere; todo, en fin, se pronuncia con acentos apocalípticos como para convertir al mundo en edén de fracasados, de audaces sin cultura ni miramientos, de vagos sin refinamientos y en fin de palurdos con “derecho armado”. Eso se llama “conquistas sociales”, Democracia…

Pero, tras de unos 80 años de problemática vigencia del marxismo, conviene hacer su inventario o siquiera recapacitar en torno a su experimentación. ¿En qué ha ganado la humanidad? ¿Cuál es el balance moral y espiritual de esta farándula ergotista estrenada por medio de la fuerza y de los recursos más antiliberales concebibles? Marx ha dado una aplicación estomacal y estulta a la expresión de la Filosofía Ideal de Kant y Hegel. No estamos en modo alguno frente a algo de honda significación histórica, es decir de contenido espiritual susceptible de asumir proporciones ecuménicas o siquiera con probabilidades de justificación como Evangelio Humanista. Nada en el Marxismo posee acentos genéricos, es decir, propios de la conciencia humana, que tanto tiene de Universal y por eso mismo no podrá sobrevivir a la crisis filosófica actual ni logrará nunca suplantar con nada dignificante el crudo materialismo positivista que ha venido alentando y secundando. El Marxismo, por eso, ha venido fungiendo de bedel del objetivismo mecanicista, lo cual le ha valido tan propiamente el mote de “materialismo histórico”. Esta designación tiene mucho de desalentador, en verdad, pero no es infamante cuando el sistema interferido es, como es el caso con el marxismo en todas sus fases y modalidades, netamente eventual, superficial en validez y en fin desalentador en cuanto al sentido y a la valía metafísica de la vida. En efecto, me pregunto yo ¿Qué queda de la vida después de una marxificación del individuo ¡Nada más que un modus vivendi mecanizado según determinado molde de coyunda teoremática sin aplicación inmediata y sin trascendencia ulterior! Es una antítesis categórica de toda concepción metafísica. De ahí también que se señale notoriamente por su ausencia de validez espiritual y de alcances filosóficos.

El propio Marx condenó su sistema al fracaso frente a la “realidad histórica” cuando calificó el mundo psíquico de superestructura ideal con base económica, o sea algo intruso, postizo o por lo menos de secundaria importancia. Tal cosa equivale a ponderar y glorificar lo elemental y supeditarle hasta lo más dilecto y trascendental de las concordancias concepcionales mejor elaboradas, sin parar mientes en la necesidad de coordinar valores, de sentir la validez inevitable del significado jerarquizado de los grados de evolución propios de la vida Natural-Universal, en fin, sin respetar siquiera la norma inalterable de la Vida. Así, el marxismo se desvincula de la realidad trascendental, Universal, efectiva, para seguir sus propios derroteros caprichosos de ilusos “economistas”. Digo de “economistas”, mas es de rigor precisar, pues lo propio, antes de las aspiraciones socialistas de Marx, habría sido buscar el sentido y esquematizar una ciencia de la “economía vital del ente humano”; mas es fácil notar que quien formuló tal sistema tenía complejos personales de orden financiero, pues todo su tratado gira en torno al problema bucólico y de la vivienda, como base de la harmonía  de las relaciones humanas, de todo el fenómeno vital y la finalidad misma de la existencia Universal.

¿Cómo aspirar al establecimiento -harto indispensable- de un orden político social más equitativo, edificante y humanitario, haciendo tabla rasa con lo que precisamente señala a cada paso el levantamiento del carácter y de la vida humana por encima de las condiciones de vida cavernaria y selvática? ¿Acaso el mundo en sus condiciones actuales pueda ser privado de sus complejos problemas económicos y políticos en todos sus alcances, reduciendo la proporción de estos a condiciones del estómago y de la vivienda más o menos cómoda? Para el pithecanthropus primario, hubiese sido ideal tal credo marxista, pues le aseguraba lo esencial para la vida; pero para una especie ya evolucionada, que atisba hondamente en los ámbitos del fenómeno vital y que tiene nociones complicadas con respecto al Universo y sabe comprender gran parte de los procesos evolutivos de la naturaleza, tal “materialismo histórico” carece de sugestividad o de contenido determinante y edificante de la vida; no puede convencer a ningún individuo verdaderamente inteligente, sano y sincero. Digo que “no puede” sencillamente porque para tal individuo semejante “sistema” pesa en su estimación a modo de rémora para la evolución y priva al ser de lo más sustancial que hay en él: su voluntad de superación, la excelsitud de sus sentimientos innatos y en fin sus vivencias de conciencia inevitables y los imperativos inefables del Espíritu que nunca deja de actualizarse en la intimidad de su ser.

Ante la consideración filosófico-científica, el comunismo peca de imperdonable exageración en los casos más importantes y acusa profunda miopía en cuanto a otros, produciendo así las terribles consecuencias que le conocemos. Sus defensores más duchos pretenden que lo que le importa es TRASFORMAR y no INTERPRETAR el mundo. De ahí su militancia. No obstante, por otra parte, pretenden que toda la dialéctica marxiana aporta bases inéditas para un novísimo sistema de filosofía. La realidad, tal como se palpa en los lugares donde se ha impuesto este sistema, es que instituye un régimen de fuerza bruta, de coerción sin compasión e ilimitado, cosa que vemos hoy en Rusia después de 20 años de estrenar y que hemos venido palpando en Alemania, Hungría, China, Tartaria, Cuba, Chile, Francia y España donde se intentó su implantamiento. Esto, diríase, según afirmaciones de los mismos interesados, se debe a Feuerbach, el anti universalista que afirmara que “el hombre es lo que come”, como si el individuo estuviese compuesto en realidad exclusivamente de lo que le sirve de alimento. Sabemos, por cierto, que los animales responden perfectamente a su ceba y así mismo he visto labriegos comer caviar; empero nunca he visto ninguno de estos convertirse en grandes Señores por el hecho de alimentarse como Príncipes. Es más, no sabiendo apreciar el valor de su alimentación, el individuo sigue siendo lo que era antes, es decir, sin considerar a ningún nuevo régimen alimenticio. Además, sabemos que el carácter del individuo es algo más que una combinación de menú o que la resultante del arte culinario, por más que la alimentación influencia de modo apreciable la naturaleza humana. Más la psiquis, la función mental, las vivencias de la Conciencia, los imperativos Espirituales, son otros tantos aspectos de la vida humana que la comida no sabría alterar ni impedir u obnubilar.

De todos modos, el marxismo no aspira a una INTERPRETACIÓN del mundo, sino que la impone de hecho, puesto que reclama su “experiencia” y pretende IMPONERSE DE TODAS MANERAS. Y esto lo persigue soslayando el problema individual a favor de un colectivismo riguroso, absorbente, fanático, absoluto; procediendo a destruir todas las Tablas de Valores de la apreciación ética y desconociendo toda posibilidad del derecho “íntimo” del ser a vivir la vida según sus propias facultades y de acuerdo con su carácter y sus aspiraciones innatas. Todo esto, naturalmente, responde al peligro de las generalizaciones prematuras y violentas.

Para los marxistas, el monismo se reduce a una fórmula de derecho social plasmado por los legisladores del materialismo histórico que encuentran toda su desiderata racional en esta fórmula: “no es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino su existencia social lo que determina su conciencia” (Marx). Interpretando antojadizamente a Kant y Hegel, el marxismo pudo hacer alarde de los más estrafalarios e inconsecuentes desatinos, como bien se ve. Pero en esto no hicieron sino seguir la fórmula de Descartes al revés: “Vivo, luego tengo conciencia” dirán los filósofos marxistas, cuando los haya. Y supeditando así la individualidad y la personalidad humana al fenómeno puramente circunstancial y externo de la vida, el marxismo pretende hablar de EVOLUCIÓN. Toda su militancia gira en torno a la necesidad de una modificación del estándar de vida y del sistema político social. Esto último, lo encuentro sumamente loable, por cierto, más no acierto a comprender cómo podría lograrse por medio de la imposición y la acción violenta y sin la previa intervención de la Conciencia. Además, se contradicen estos novísimos apóstoles, cuando “predican la lucha en contra de los que no tienen conciencia de las transformaciones que naturalmente se operan”. Esta frase demuestra que la conciencia tiene en el proceso de la vida un papel de primer orden y en fin que no es un reflejo ni una consecuencia de las circunstancias ambientales. Es más, si no se educa al individuo, seguirá siendo un ser inculto y de escasa conciencia, lo cual parece demostrarse a la saciedad en el caso del marxismo, que mucho se ha preocupado por la implantación de sus doctrinas y la práctica de sus postulados, más no ha hecho nada sustancialmente en favor de una educación positiva, honda, modificativa -indispensable- de la naturaleza humana, como sería de rigor esperar, antes que otro gesto determinado, para el éxito de cualquier doctrina REFORMISTA con tan amplio cartel de pretensiones como el marxismo o como el Fascismo u otro simulacro de filosofía que proclama virtudes, cualidades y bellezas inéditas en el magna étnico.

¡Y ese odio de Clases de los marxistas! ¡Qué detestable! Lo vemos rebasar odio hacía los valores que no lo enaltecen; destilar odio hacía todas las creencias que no lo sustentan; generar odio contra todo lo que no se le parece … y hasta borrarían con soberano gusto todo el arte, toda la filosofía, toda la ciencia y gozarían con imperial delicia de ver el mundo convertido en sistema unilateral en todos los órdenes de cosas, sin parar mientes en que todo esto no es posible, porque la vida se tornaría tediosa si no hubiera un incentivo fungiendo de generador de aspiraciones e ideales y si se destruyese todo cuanto es motivo de honda meditación en las artes liberales. Es más, ese odio se manifiesta hasta contra la expresión del pensamiento y la manifestación de la conciencia HUMANA, por más que los marxistas se ufanan de presentarse como máximos humanistas. ¿Acaso no es verídico que los países marxistas son los que menos respetan la libertad individual, los que más se oponen al libre ejercicio de la función mental, cogitativa y de conciencia: los que más acerbamente combaten el derecho natural a vivir la vida según sus universales designios? 

Filosóficamente, los marxistas se presentan como indeterministas. En esto merecen respeto, pero en conjunto no es capaz de resolver las angustias de la mente inteligente que sabe que “no solo de pan vive el hombre” y que ha trascendido las realizaciones pueriles, vagas, insustanciales e intrascendentales de los problemas circunstanciales, casuistas, intelectivos, dialécticos, que nos ofrecen las filosofías, las religiones, y las políticas editadas hasta estos días. Tampoco pueden restañar las heridas labradas en el corazón humano por la duda, los temores a lo desconocido, la falta de confianza en sí propio ,en fin, la debilidad propia de la ignorancia. En estos actuales momentos críticos de bancarrota de valores, precipitados sin duda por el marxismo -mérito que no cabe escatimar- , lo procedente es atender a lo que sea verdaderamente capaz de satisfacer las exigencias de una mente cultivada (no digo de la razón a secas porque esta es por demás contradictoria, acomodaticia y engañosa por índole) y las necesidades íntimas del ser, como son las suscitaciones de la conciencia, los requerimientos de una serena meditación, las inquietudes que surgen del dolor y de las experiencias hondas de una naturaleza disciplinada, refinada y enaltecida.

Ni el marxismo ni ningún otro sistema de filosofía en la actualidad ofrece tales beneficios y por tanto no merecen una consagración genuina ni sabrían justificarse ante la Eternidad.

Lo grave de lo que acabo de criticar, es la inconsecuencia psicológica y los procedimientos excesivos, que dan lugar a inusitados extremos y provocan graves perjuicios en todos los órdenes de cosas. El ideal reinvidicacionista al por mayor con finalidades sociales y destinado a una general innovación económica y política - tan necesaria por cierto en los actuales momentos en todas las latitudes - sería loable en sí a no ser por sus improcedencias, sus funciones equívocas, sus errores de apreciación, sus extremismos rigurosos, su ingente “clasismo” y en fin su desconcertante desprecio de los valores infinitamente superiores de la cultura y del Espíritu. Revolución sin Evolución es algo imposible y contraproducente, porque ningún cambio es válido en la naturaleza humana si no ha tenido actualización auténtica y amplia, bien sentada, en una conciencia bien estructurada, bien orientada y bien disciplinada. Es imperioso, pues, precaverse, ahora más que nunca, ya que la crisis es álgida, contra la miopía mental y las taras semánticas de los exaltados y de los incultos que sufren ataques de audacia o no sabrían deslucir su megalomanía ni desvirtuar su insospechada paranoia.

Se impone el rescate de la dignidad humana, la revalorización de la vida individual y la rehabilitación de la personalidad humana, fijando una clara y precisa distinción entre los procesos puramente históricos y los íntimamente humanos, evitando eso si toda futura confusión entre el mecanismo de una civilización y el sentido de una Cultura, esta es de género vital, somático, y aquella simplemente de carácter reflejo, externo y mecánico. 

La sustancia marxista se resume en un plan escueto de poner el gobierno en manos de los proletarios, bajo el pretexto de que el trabajo da derecho a ello, modificándose por lo tanto el derecho a la propiedad y lo que se ha dado en llamar las condiciones de la producción burguesa y destruyendo de este modo las diferencias de clase. Esto tiene por motivo, dizque, destruir toda posibilidad de política, que no es otra cosa que la fuerza organizada de una clase para la opresión de otra…

Bien, esto tendrá sus ventajas y sus puntos deslumbradores para las masas despertadas, más no ofrece muy halagadoras perspectivas para la especie humana en un sentido general. La dominación de una masa, de un partido o de un tipo humano, suscita el hecho de una artera opresión y dominación como clase, tendiendo a subyugar individuos de cultura más elaborada y de valores espirituales más trascendentes y por tanto más efectivos como factores de la evolución de la propia especie humana. Además, no nos engañemos con los términos. EL TRABAJO da muchos derechos, sin duda; más de suyo depende de otra clase de labor que no es menos decisiva en la relación de las determinantes de los valores. ¿Y quién nos demostrará que la función del capital no es un TRABAJO y una determinante de valores de incuestionables significación y que por lo mismo merece un tratamiento excepcional? Sin duda alguna, existen enconados rencores de parte y parte en estos campos opuestos y para llegar a un finiquitamiento de tales problemas, que amenazan ser trágicos más aún cada día, y sin esperanza de resolver nada habrá que llegar a serenas consideraciones y enmendar muchos vicios de práctica inveterada. Pero no veo ni de cerca que la dialéctica marxista logrará jamás tales resultados con sus panaceas extremistas y sus alardes jacobinos intransigentes de mentes incultas y locuelas, de corazones disecados y en fin de carácter malformado.

Es obvio, desapruebo al Comunismo; mas espero que el desarrollo de las facultades humanas y el surgimiento de novísimas visiones dimanante de una mejor comprensión de la vida le irá privando de sus características subrepticias, ásperas, irascibles y arbitrarias. Además, estas mismas condiciones irán produciendo factores ambientales determinados que servirán igualmente para el mejoramiento de los otros sistemas de ensayo de carácter político-social fundado en postulados económicos, No soy, como se ve, partidario ni defensor de ninguno de los diversos sistemas totalitarios en curso, ni mucho menos de los que se clasifican en el sector religioso de la banda de las ondas mentales humanas. Todos son igualmente mal fundados, basados en postulados errados y caracterizados por métodos funcionales arbitrarios, cínicos o hartamente contradictorios y deleznables.

MAESTRO, ¿CREE UD. EN UNA INMINENTE GUERRA UNIVERSAL?

Sin duda, algún día ha de estallar una guerra general entre las naciones archicivilizadas. Sería imposible seguir civilizándose tanto como ahora sin correr el riesgo de una guerra general. Seguramente inquiere Ud. Si creo en LA POSIBILIDAD DE TAL guerra en un corto plazo de tiempo. No me gusta especular en tal tema, más puedo decirle mi parecer. Si la humanidad sigue los presentes derroteros, no podrá evitar la guerra general y en tal caso, mientras más pronto ocurra mejor será.

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Así habló el hombre que renunciara a un título de Príncipe.

Y el maestro se disculpó de nosotros, alegando tener otras ocupaciones urgentes que requerían su atención.

Nos despedimos con breves palabras. Durante largos días, la figura del Maestro siguió ocupando con fijeza nuestra mente.   Sus palabras siguen teniendo para nosotros un sentido apostólico.

Barcelona el 19 de marzo de 1937.

Alejandro Mainadé F.

“El Anillo Espiritual” abril 1937

Publicado en Argel