CARTA A UN SACERDOTE CATOLICO

 

New York, 12 de Enero de 1950.

Reverendo Padre,

Hoy no tengo noticias suyas, pero mi pensamiento vuela hacia Ud. en los rayos del sol. No quiero faltar a mi meditación en su compañía, y es por ello que le escribo.

Le decía el otro día que es indispensable que se proclame urbi et orbi el ARMISTICIO MORAL. Verdaderamente mientras no se empiece por ahí, todos los esfuerzos son inútiles, pues cada Iglesia, cada secta, cada agrupación no tiende más que a servir a sus propios intereses inmediatos. Así, aún cuando se oye hablar de Paz, Libertad, Fraternidad, Justicia, Amor, es siempre en el sentido sectario, egoísta, personal, de los que hablan. Nadie parece interesado en el sentido Vital y Universal de los principios y de los ideales. Es el colmo de la manía de los providencialismos personales, pues cada cual se cree mandado por el Cielo o dirigido por Dios en persona. El resultado es este pandemonium de la vida civilizada, súper organizada en teoría, pero fundamentalmente desorganizada en el sentido moral, y desintegrada desde el punto de vista espiritual.

Los vientos de fronta de los siglos pasados que conturbaban a nuestros antepasados se han convertido en una cruel tragedia y fría esterilidad en las almas y una dureza angustiosa en los corazones. Incluso aquellos que se creen los más creyentes tienen sus momentos de seriedad y de desesperación, y gimen desde el fondo de su alma ante las crueldades de la vida moderna. El mercantilismo deja sus dardos virulentos por doquier, y las almas se exasperan ante su propia impotencia moral y su vacío espiritual. Por mucho que las Iglesias canten sus glorias y vanaglorien sus tradiciones, y por mucho que los partidos políticos redoblen sus promesas y distraigan las masas con unos motivos chauvinistas (patrioteros), esto no arregla nada pues las almas tienen hambre de libertad y de justicia, de respeto y de dignidad, y los corazones lloran ante la futilidad de las conquistas modernas.

Lo que hace falta en el mundo es una atmósfera de altura moral, una fuerza vivificante que barra las dudas y las penas, y nos purifique de toda desconfianza y grotesca convención. El hombre necesita higienizar su mente y volver a forjarse moralmente a fin de volver a ser él mismo y no este fantasma artificial que han hecho de él las Iglesias y los Partidos, las ortodoxias con sus tabúes de rigor y las patrias con sus patriotismos tóxicos.

El hombre necesita de nuevo naturalizarse y reclamar su lugar en el seno del Universo en forma natural y en esencia Espiritual. Para ello es preciso que los sistemas, las sectas, los partidos, los clanes y las fraternidades cesen de aprisionar a la gente, de esclavizarla con dogmas y de castrarla en sus derechos de libertad de conciencia. En fin, es preciso restituir al hombre sus derechos y atributos de alma, así como su dignidad espiritual.

Si yo pido un ARMISTICIO MORAL ahora, es porque, sin él, el individualismo está condenado al aniquilamiento total, pues cada clan, cada secta, cada partido, cada iglesia se impone cada vez más con una virulencia furiosa y creciente. Se ensalzan las virtudes del Organicismo, los derechos de la Sociedad, y siempre es en detrimento de los derechos y atributos naturales del individuo. Se alista a los hombres en nombre de la libertad, y se hace la guerra en nombre de la paz, así como se siembra el odio, la duda y la desconfianza en nombre de la verdad. Se pretende servir a la Humanidad y se avasalla a los individuos. Se proclama a la Fraternidad y el reino del Amor Divino, mas no se cesa de explotar al prójimo y de codiciar y arrancar sus bienes. Uno se proclama Agente de Dios, y actúa como mercenario descabellado del diablo. Se proclama la fuerza del derecho, y no se actúa más que por el derecho de la fuerza. ¿A dónde se quiere llegar a este paso?

¿No estamos aún a tiempo de hacer marcha atrás y sin el menor reproche mutuo ponernos a reconsiderar el valor de los dogmas, de los absolutos que han servido al hombre para avasallar, brutalizar, embrutecer y explotar al hombre, su prójimo?

¿No queda, en fin, un rastro ínfimo de principios sanos (de sensatez – cordura – algo sano) en el fondo del alma o un mínimo de sentimiento en uno de los intersticios del corazón, donde el hombre pueda aún agarrar su único medio de salvación? ¡ Qué digo yo ! ¿No podemos hacer todos un supremo esfuerzo, renunciando a la agresión mutua, al odio, al celo, y a la desconfianza, con el fin de poder considerarnos de nuevo como Hermanos del Ideal, como Ciudadanos del Mundo, y como verdaderos individuos dotados de buen sentido?

Este ARMISTICIO MORAL se impone, es de rigor, pues si no, pronto será necesario desterrar (proscribir) al hombre de la tierra, para que el resto de la creación viva en paz, normalmente y según las Leyes de la Naturaleza.

¿ O es preciso creer que los hombres han perdido toda confianza en la Moral y toda posibilidad de certidumbre espiritual ? Si es este el caso, hará falta que las Fuerzas Cósmicas actúen para socorrer las almas dignas de ser socorridas.

¿ Sería lógico, prudente, incluso necesario que las Fuerzas Divinas viniesen para socorrer a la humanidad entera, cuando una gran parte está ya demasiado podrida para justificar su propia existencia ?

Las respuestas a estas preguntas nos pertenecen. Nos toca a nosotros contestar tal como lo juzguemos conveniente. Pero, sin un ARMISTICIO MORAL inmediato, corremos a pasos acelerados hacía unas tragedias mayores aún.

Usted, Padre, ¿ Por qué no transmite Usted este grito del alma humana a sus superiores ? Pregúnteles si está bien, si es justo, noble, Divino, dejar a la humanidad desplomarse y prolongar sus miserias morales y materiales así como la extrema penuria espiritual.

Por mi parte, lanzo el Llamamiento por encima de las consignas de Partidos y las barreras dogmáticas de las Iglesias, y clamo en nombre de la angustiosa desesperanzada condición humana con el fin de que todos depongan sus armas y se inclinen ante los imperativos Cósmicos, pues es imprescindible resarcirse y encontrar de nuevo la sanidad íntima. Es preciso sobre todo refortalecerse moralmente. Si no, es la entera humanidad la que tendrá que sufrir las consecuencias, y los que tienen más intereses a defender serán los más afectados.

Es preciso deponer los egoísmos, y declarar los DERECHOS NATURALES Y ESPIRITUALES DEL HOMBRE. Actuemos rápidamente, antes de que sea demasiado tarde.

La ONU tardó casi cuatro años para redactar un texto fijando los Derechos del Hombre. Es una verdadera desgracia que los diplomáticos de ocasión no hayan conocido por lo menos el antiguo texto de la Tabla Mosaica, o el Sermón de Benares. Yo, hubiera redactado un texto adecuado en menos de un minuto, simplificando todos los preceptos éticos conocidos, en estos términos: RESPETA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.

No digo como Mencius, Buda o Cristo: “Ama al prójimo como a ti mismo” pues es bastante difícil amar lo que es odioso, lo que se odia o lo que bajo cualquier punto de vista es innoble y villano.

La Regla de Oro es esta: EL MUTUO RESPETO ES LA FUENTE DE TODA DIGNIDAD, LA BASE DE LA PAZ, DEL ORDEN Y DE LA JUSTICIA, Y LA ESENCIA DE LA FELICIDAD.

Se debería empezar por tomar una decisión universal incluyendo:

  1. Comprometerse a respetar completamente al prójimo.
  2. Renunciar a toda crítica o ataque de orden personal.
  3. Evitar todo acto de desprecio o de exclusión hacia los demás.
  4. No ceder ante ningún prejuicio de raza, creencia o nacionalidad.
  5. Decidirse a emprender una gran acción de reforzamiento moral y de Renacimiento Espiritual.
  6. Disponerse a organizar una gran Cooperativa de Servicio en beneficio mutuo, abarcando todas las personas de buena voluntad, sin limitación ni consideración de raza, de clase, de nacionalidad, de religión o de partido.
  7. Actuar con toda benevolencia para con todos los individuos y
    Constituirse en Amigo, Hermano, Asistente y Protector de su prójimo.

Esta decisión universal debería, además, ser galvanizada por la plena y firme comprensión de que:

La VERDAD no necesita defensa,
DIOS no necesita intérpretes,
El CIELO no necesita representantes,
El BIEN no necesita administradores,
Lo BELLO no necesita dictadores o preceptores,
La MORAL está fundamentada sobre el ejemplo,
El ORDEN se demuestra por la dignidad,
La DIGNIDAD descansa sobre la justicia,
La JUSTICIA emana del respeto mutuo,
El MUTUO RESPETO depende de la sinceridad de cada uno,
La SINCERIDAD es la fuente del bien y de lo bello,
Todo PREJUICIO  es injusto, porque manifiesta alguna pasión,
Las PASIONES tienen su génesis en el vicio y la ignorancia, y
El ORGULLO es la causa de la ignorancia, de las pasiones y de los vicios.

Sepamos en fin que los DOGMAS son unas férulas, unos encadenamientos; que las ORTODOXIAS son sistemas de vida estancadas en el pasado y fuera del progreso y de la evolución de la vida en el Universo. Por otra parte, los SECTARISMOS  son prácticas de los tiempos de las tribus cuyos Tabúes y Tótems subsisten en nuestros días bajo nuevos nombres. Los PARTIDOS igualmente son formas de clanes, a menudo con un carácter de alienación o sometimiento.

Una vez bien compenetrados en estas nociones, se logrará desprenderse de los falsos principios y de las abstracciones artificiales que el hombre ha adaptado a su vida en el decurso de las edades, a menudo en su propio detrimento. El actual caos mundial y la debilidad moral de los hombres, demuestran que las instituciones humanas no descansan sobre unas bases estables y que su estructura es imperfecta. De ahí la presente necesidad, tanto más urgente cuanto que es de proporciones trágicas, de revisar los valores y modificar las instituciones, así como rehabilitar al hombre.

Si actuamos en esta grave hora, de una manera sincera, llegaremos a liberar al hombre de toda tutela obligatoria o coercitiva.

El hombre se descubre más y más. Afortunadamente. Mas es preciso también rehabilitarlo. Tiende día a día a comprender sus posibilidades, su potencialidad vital, sus lazos con la Naturaleza del Universo, y en fin franquea nuevos horizontes a medida que domina las fuerzas naturales, pero su destino depende sobre todo de su capacidad MORAL que lo orientará hacia los Valores del Espíritu y lo condicionará para utilizar digna y honradamente, de manera ennoblecedora, las fuerzas naturales que logran dominar, controlar y utilizar a su antojo.

Sin embargo, el hombre debe también aprender a obtener sobre sí mismo lo que obtiene en el dominio de la Naturaleza donde aplica su inteligencia. La conquista del yo aún queda por hacer. El hombre no gana nada en descubrirse a sí mismo si no domina integralmente su propia naturaleza.

El domino del hombre sobre sí mismo, individualmente, se impone, si se quiere acabar con esta monstruosidad, la explotación y la matanza del hombre por el hombre. El hombre siempre será el esclavo y el juguete, la posesión predilecta y el enemigo inmediato del hombre, mientras el individuo no se haya liberado a sí mismo de su herencia atávica, de su karma y de sus brutales pasiones. Este hombre no dominado por sí mismo, no cultivado, está sujeto a la enfermedad, a los vicios y a todas las monstruosidades posibles de su intelecto egoísta y bárbaro.

Pero aún cuando el hombre no se domine totalmente, siempre puede utilizar su inteligencia con buen provecho. Puede, en fin, resarcirse y evitar zozobrar en los abismos de sus propias pasiones, incluso si estas tienen un carácter ortodoxo, divino, o si se plantean de una manera ideal. Debe, efectivamente, sublimarse a sí mismo y tomar posición de una manera honorable y digna, incluso si los dogmas y las doctrinas de su preferencia psico-sentimental le dictan un comportamiento irresponsable de violencia o de destrucción. Nunca será libre y honrado mientras no actúe según su propia dignidad y según su ennoblecimiento progresivo.

El dominio del hombre por sí mismo es la línea de conducta inmediata a seguir, de rigor, si se piensa al bien hecho potencial que comporta la liberación individual. Naturalmente sería de toda evidencia peligroso, nefasto, liberar totalmente al individuo mientras sea un elemento irresponsable, y se deje llevar bajo el imperio de las fuerzas esclavizadoras.

El hombre es, él mismo, una fuerza grandiosa, pero su potencia se disipa en los vicios, las pasiones y los pensamientos del alma indómita e inculta. Es entonces cuando es susceptible de todas las formas de servidumbre, de envilecimiento y de explotación o de convertirse en un grosero parásito, infecto y tiránico. De ahí la necesidad de educarlo en un autodominio rehabilitador que le permitirá liberarse de las influencias dominantes antiindividuales, antinaturales y antiespirituales. Todas estas fuerzas teóricas o de rigor que lo avasallan en el curso de su vida son factores activos que actúan en contra de su liberación, en contra de su propia voluntad.

Así, pues, procedamos a un descubrimiento total del hombre, en su naturaleza íntima y sus fuerzas superiores, y trabajemos para su liberación íntegra, aportándole un método de dominio individual que lo capacite para vivir como Hermano, Amigo, Asistente, Consocio y Protector de su prójimo.

Mucho podemos hacer en este sentido si cultivamos en nosotros unos ideales verdaderamente saludables, unas aspiraciones dignificantes, pensamientos constructivos. He aquí las verdaderas condiciones de lo humanitario, y lo Divino no podría fundarse sobre algo más recomendable y más admirable e inspirador.

Teniendo bien todo esto en la cabeza, y teniendo en el corazón propósitos puros, sentimientos dignos del Cristo, de Señor Buda, del Profeta Mahoma, del Perfecto Lao Tse, del Gran Gurú Nanak, del Magnífico Zoroastro, del Gran Osiris, y del Puro Quetzacoatl, podremos actuar con toda sinceridad y no limitados ni retenidos por dogmas, encarcelados por tradiciones, vetados por unas ortodoxias o desviados por doctrinas. Por una vez, en fin, el hombre podrá actuar como hombre, sin por ello renegar de sus orígenes celestiales, ni de su profunda naturaleza Divina, y así servirá a la Voluntad del Verbo Eterno (Dios) actuando de una manera sincera y digna de sus mejores ideales.

Procediendo así, la persecución de la Sabiduría, de la auto liberación, de la auto dignificación, de la liberación individual y de la felicidad íntima se volverá una realidad incontestable y no una simple ilusión o una promesa no realizada, y de esta manera el individuo podrá resolver sus propios problemas íntimos, desprenderse de sus prejuicios (nacidos del egoísmo execrable), emanciparse de todas las formas de sojuzgamiento, liberarse de toda enfermedad, escaparse de todo vicio. Esto constituye en síntesis un ideal trascendental, una norma de conducto dignificante, una finalidad inmediata que ninguna forma de política y ningún sistema religioso nunca jamás desarrollo ni alcanzó.

La resultante inevitable sería entonces una UNION DE SERVICIO UNIVERSAL, en la cual cada uno participaría como co-socio y co-beneficiario en la medida de sus propios esfuerzos y aspiraciones.

El hombre no tiene el derecho de exigir de ninguna manera beneficios a los que él no tiene derecho, no habiendo cooperado a su realización.

El hombre que tolera el crimen, la mentira, el vicio, la injusticia, la impostura, la guerra, la agresión, la difamación, la maledicencia malévola o la tiranía, toma parte activa de ellos por cuanto presta su concurso moral y su aquiescencia espiritual. El que no condena y no combate el mal, se vuelve un agente de su realización. El que tolera el mal, se aprovecha del mismo por cuanto se complace en él.

Mas, para que el hombre sepa de que manera ha de actuar es preciso educarlo debidamente. Es preciso que sepa discernir entre el bien y el mal. Nunca será capaz de ejercitar sus propios atributos de inteligencia y de corazón y de espíritu si está sojuzgado por doctrinas dogmáticas o por ortodoxias tradicionales o por unos sistemas de fuerza y de sometimiento o alienación.

La tarea a cumplir para nosotros es bien nítida. Es preciso restituir al hombre su dignidad natural y espiritual, y rehabilitarlo a fin de que él pueda vivir en plena Conciencia. Es preciso así mismo constituir la vida de manera armoniosa de suerte que el hombre pueda vivir como Hermano, Amigo, Asistente y Co-Socio y Protector de su Prójimo. Las barreras nacionales son, pues, unos artificios antinaturales, tanto como antihumanos y antiespirituales, y los dogmas son fronteras abstractas impuestas a la conciencia o encarcelamiento del intelecto. Es preciso rehabilitar al hombre individualmente, liberarlo de las fuerzas que lo sojuzgan, emanciparlo de las prácticas y de las ilusiones que provocan en él vicios o bajezas del alma y liberarlo espiritualmente de las garras materiales, metafísicas o místicas que lo ponen en la imposibilidad de vivir plenamente según sus propios atributos y potencialidades.

El ARMISTICIO MORAL al cual invitamos a todas las almas inteligentes y de buena voluntad queda, pues, proclamado. Corresponde a cada uno proceder a aplicarlo, ponerlo en vigor, esforzándose en dar una forma práctica a las mejores aspiraciones del hombre.

Que cese, aunque sea momentáneamente, las luchas personalistas, la difamación, la maledicencia, el pensamiento negativo, en fin, que las almas puedan cultivar a fondo los pensamientos generosos, armoniosos, pacíficos, felices y dignificantes.

Que cese el egoísmo pasional en sus actuaciones agresivas, malévolas y dominadoras, a fin de que el sectarismo, los clanes y los nacionalismos extremados no sean ya monstruosos.

Que cese la ambición personal y la avidez irresponsable, si se quiere ver prosperar en este mundo un Orden para la gente pacífica, armoniosa y generosa, digna en fin de las mejores inspiraciones de la vida aquí y en el más allá.

Gracias por su atención, Padre, y reciba toda mi Benevolencia

Maha Chohan – K.H.
UNION DE SERVICE UNIVERSEL
París - FRANCE