¿Qué hay detrás de la guerra contra el aceite de palma?

Varias ONG difunden la idea de que se trata de un producto nocivo para la salud, cuando en realidad se cultiva con estándares de sostenibilidad

Pietro Paganini
John Cabot University, Temple University of Philadelphia, curiosity officer at Competere, EE. UU.

Noviembre 21 de 2018

Prepárense, porque la guerra contra el aceite de palma no terminará mientras éste continúe siendo más competitivo, de mejor calidad y, sobre todo, más sostenible que otros aceites vegetales, especialmente los de Europa.

Esto se demuestra por el hecho de que cada vez se avanza más hacia la sostenibilidad a pesar de que los detractores del aceite de palma no reconocen los increíbles esfuerzos realizados en tan solo unos pocos años, en condiciones geográficas y socioeconómicas extremadamente difíciles. 

¿Alguna vez escuchó a alguien en Europa reconocer la rápida mejora en las condiciones económicas y el bienestar de millones de ciudadanos africanos, suramericanos o asiáticos? ¿O alguna vez alguien ha celebrado el acceso a la educación por parte de miles de niños que de otra manera estarían muriendo de hambre, sin ninguna perspectiva para el futuro? El acceso a la educación es más importante que cualquier otra cosa para la sostenibilidad futura del planeta. Sin embargo, en Europa estamos más preocupados por las condiciones de los orangutanes o el último pulmón verde del mundo (ahora que hemos destruido a casi todos). 

Ahora bien: no es que no esté bien luchar por la sostenibilidad, por los orangutanes y por los bosques. Pero no obviemos el mensaje del papa Francisco, que afirma en su Encíclica: “El desarrollo sostenible requiere un equilibrio delicado entre la humanidad y la naturaleza”. Boicotear el aceite de palma no hace nada para fortalecer este equilibrio y, de hecho, complica el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

Quienes censuran el aceite de palma a través del uso indiscriminado de las etiquetas ‘libre de aceite de palma’ son responsables de este fracaso.

El aceite de palma tiene una cadena de producción que cumple con estándares muy estrictos de sostenibilidad y seguridad alimentaria; además, está sujeto a un gran número de certificaciones que compiten entre sí con respecto al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible; es, a su vez, un recurso extraordinario para el crecimiento económico y la mejora de las condiciones de vida, al facilitar el acceso a la educación, factor clave para fomentar procesos productivos sostenibles.

Desde un punto de vista ambiental y económico, es mucho mejor que los aceites y grasas de la competencia. Tiene una productividad por hectárea significativamente mayor; utiliza una menor cantidad de recursos naturales (tierra, agua y energía); se requiere una menor cantidad de fertilizantes y tratamientos fitosanitarios; y son menores sus costos de producción, sumado a que es considerable su alto rendimiento.

Pero son precisamente las características anteriores las que nos dan la respuesta a nuestra pregunta. ¿Por qué se boicotea en Europa? ¿Por qué es más competitivo que el aceite de girasol, el aceite de colza y cualquier otro recurso energético alternativo? Los europeos se niegan a aceptarlo y por eso han tomado medidas para boicotearlo.

 No es agradable tener que exponer el comportamiento inconsistente, y en ocasiones perjudicial, de las ONG. Su contribución a la mejora de la sostenibilidad de los cultivos de aceite de palma ha sido en el pasado, sin duda alguna, útil para estimular la producción y la cadena de suministro y hacerla más responsable. Preguntémosles: ¿por qué no están haciendo lo mismo con otros cultivos? o ¿por qué prefieren pelear batallas ideológicas, explotando a los orangutanes, en lugar de esforzarse por mejorar las condiciones de vida de millones de personas que viven de los cultivos de aceite de palma o el proceso de producción de petróleo?

Más preocupante es aún que las ONG sean las empresas del sector alimentario que reemplazan este ingrediente con alternativas menos sostenibles.

 Han presentado este cambio como un cambio positivo, pero en realidad todo es una estrategia de marketing para explotar la reacción emocional de los consumidores, fomentándola con campañas falsas de medios sin ninguna base científica. 

Varias empresas italianas y españolas son pioneras en Europa en esa estrategia, al usar lemas engañosos que mienten al consumidor. Los británicos van en la misma dirección con el reciente comercial contra el aceite de palma que ha ganado la primera página de muchos medios de élite.

La comunidad internacional debería prohibir la afirmación ‘libre de aceite de palma’, porque es engañosa. Las Naciones Unidas también deberían intervenir, para que los Objetivos De Desarrollo Sostenible puedan alcanzarse lo más rápido posible. Y para hacerlo es importante seguir invirtiendo en la cadena de aceite de palma sostenible y fortalecer las asociaciones entre todos los actores involucrados. Alejarse de esta dirección significa negar la necesidad urgente de invertir en sostenibilidad. Decir que no al aceite de palma, significa no a los ODS.

Países que producen aceite de palma como Indonesia, Malasia y Colombia ahora están considerando la idea de que incluso alcanzando niveles máximos de sostenibilidad, la UE y las ONG continuarían con sus infundadas acusaciones y amenazas de un boicot. 

Es hora de que Europa adopte una actitud responsable y tome el camino de la verdadera sostenibilidad, como lo están haciendo los países que producen aceite de palma. Ahora solo nos resta aprender de ellos.