Editorial.
De permanente actualidad 1926… 2024…
RESCATE DE LA INDIA, VALORES ESPIRITUALES Y VALORES MATERIALES
Artículo del Maestro K.H. publicado originalmente en “La Nación”, Buenos Aires – Argentina. Marzo de 1926.
AL OCCIDENTE:
“No hemos sido vencidos; el espíritu no se vence”.
Tan seguro como el sol sale por el oriente, surgiremos y recobraremos nuestra primacía.
Vuestro hegemonismo convencional y utilitario nos ha humillado, pero no nos ha conquistado.
Hemos estado meditando, y pronto os probaremos que nuestra paciencia ha sido salvadora mientras que vuestro autoritarismo os ha roído las entrañas…
“Nuestra sabiduría empieza donde terminan vuestras hipótesis y egoísmos” …
El Oriente
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El más difícil problema que confronta a los filósofos y pensadores es el de la valuación de la vida. ¿Qué criterio deberá establecer para apreciar en su justo valor la vida humana? ¿Qué valor tienen las aspiraciones del corazón? ¿Es el progreso material, el adelanto en medios de producción, el refinamiento de costumbres, la ambición de dominar, criterio sano y seguro de la civilización occidental? Y lo que se dice del individuo es igualmente aplicable a la vida de las sociedades. Hace pocos años el famoso poeta Rabindranath Tagore visitó el Japón y la prensa sonó una nota de alerta aconsejando a los estudiantes a no atender a sus conferencias ya que el poeta pertenece a una nación humillada y sujeta a dominación extranjera. La India, es verdad, sus largos y extensos territorios están ocupados por fuerzas ajenas, sus fuentes de riqueza son explotadas por capital extranjero, mas ¿ha sido su espíritu conquistado? Grecia fue vencida por las legiones romanas, empero su alma, su cultura, su civilización, su filosofía y sus grandes ideales religiosos y políticos, lejos de ser vencidos, se posesionaron del espíritu romano y hoy la literatura latina es ininteligible si no se estudian a fondo las grandes e inmortales obras de los escritores, poetas y dramaturgos griegos. El sistema político; las religiones que florecieron en los mejores días del imperio romano, fueron importadas de Helas, de la nación despreciada por los ejércitos romanos. La bandera romana se izaba sobre la Acrópolis de Atenas, más el espíritu griego dominaba sobre la Minerva de Roma. ¿Cuál de estas dos naciones fue la más grande? ¿Cuál de ellas es acreedora al respeto del género humano? ¿Cuál tiene más valor, el espíritu o la materia?
El espíritu y los ideales espirituales y religiosos permanecen libres e independientes ejerciendo sobre cuantos llegan a ponerse en contacto con ellos. Los ideales son eternos, la materia caduca. El deán Inge-autor de varios libros de filosofía, escribe a este propósito: Nueva York podrá gloriarse de ser la capital de todas las trascendencias monetarias del mundo, de poseer los mejores mercados del mundo y gobernar el tráfico del mundo entero, pero Asia se gloria de sus elevadas tradiciones religiosas y espirituales que al fin son las únicas que perduran. El obispo Berkeley, padre de la filosofía idealista en Inglaterra escribe también: “Quién no haya meditado sobre Dios, el alma y el supremo bien podrá quizá ser un próspero gusano de la tierra; más jamás llegará a ser un verdadero patriota y brillante hombre de estado”. Y.C.F. Andrews, profundo conocedor del alma oriental y especialmente del espíritu que anima a la India, decía hace poco en un discurso pronunciado en Behar: “Cuanto más considero y medito sobre los problemas históricos del Asia, cuna de todas las civilizaciones religiosas, gano mayor convencimiento de que la vitalidad de sus pueblos es debida a su religiosidad. Naciones han perecido, no obstante las naciones del Asia sobreviven a todos los cataclismos y vicisitudes. No carece de importancia histórica el hecho de que todos los fundadores de las grandes religiones sin excepción han nacido del Asia. Pero si llegase el tiempo en que los pueblos y las naciones del Asia, la India y sus habitantes hipnotizados por el poder material de Europa y América abandonasen su divina misión en el campo del espíritu y de la religión, entonces no puede decirse lo que la India y el mundo entero perdería. El Asia ha colocado siempre fe ilimitada en los ideales espirituales. Ha puesto su esperanza en lo divino, en lo trascendental, no en posesiones materiales.
En 1913, hablando a una reunión de ocultistas y Budistas libres, en Madrás, decíamos, entre otras cosas, los fragmentos que copiamos: “No nos queda más que seguir perseverando. El poder materialista que nos oprime pronto se hallará agotado en sus fuerzas, y la misma agonía de que revela estar afectado el Occidente ha de ser para nosotros el acicate que nos exalte hacia nuestra verdadera integridad independiente de espíritu. Ante los poderes avasalladores llamados “leyes” y ante los cañones, no queda disyuntiva posible. “Oponernos, es locura. La “No cooperación”, es una ridiculez. Pero cruzarnos de brazos sería peor, vergonzoso. Los látigos jurídicos del Occidente materializado y corrupto y sus criminales fauces de acero que están ávidas de vomitar la destrucción, la desolación y la muerte, no deben amilanarnos. ¡Qué nos humillen pero que no nos esclavicen!
Sometámosles nuestra materia mas no entregaremos nuestro espíritu. Seamos espiritualmente inamovibles. ¡No nos dejemos tocar el espíritu, pues, y hagamos que no se debilite nuestra espiritualidad! ¡Sigamos acendrándonos en nuestro tradicional modo de vida! ¡Aún más! Despreciemos ese avance titánico del perverso y corruptor dominio del Occidente; no dejemos que su materialismo nos conquiste.
Mas bien, debemos propender a unificarnos. Todo el Oriente es solo espiritualidad; Egipto, Turquía, Persia, India, Mongolia, China y Japón estamos en unísono en creencias. Confucio, Mahoma y Buda tenían el mismo objetivo; lo único que nos diferencia son los idiomas y las condiciones etnográficas. La vida espiritual es nuestra gran y única preocupación.
Una vez unificado todo el Oriente, y prosiguiendo en nuestro objeto que es el de “espiritualizarnos”, nos habremos fortificado, y en vez de tener que contrarrestar el poderío avasallador de Occidente - el mismo se hallará debilitado y cederá bajo el invencible poder de nuestra “espiritualidad”.
No seamos pesimistas siquiera. El Occidente depende en mucho de nosotros, física y espiritualmente. Nuestro oro y nuestras materias primas son conocidas en todo el orbe civilizador. Nuestro saber visto a través del velo esotérico que nos resguarda es la base sustancial de la sabiduría de Occidente. Nuestros credos filosóficos son objeto de mucha atención. Y además, tenéis el Budismo, la Cábala, el Taoísmo, el Mahometismo, el Bahaísmo, el Brahmanismo, la Teosofía y otras religiones y sectas que son tan ferverosamente estudiadas que en ninguna parte del orbe son desconocidas, y por fin, el Ocultismo Solucionista o Esoterismo Racional va invadiendo todas las esferas de las humanas actividades y apoderándose de los elementos mejor preparados del mundo espiritual y científico. ¿Algo mejor puede decirse de nosotros? ¿Hay condición más conveniente que la nuestra? Todo esto, hermanos, decidme, ¿no son manifestaciones que acusan la ventajosísima situación en que nos hallamos no obstante todas las recriminaciones de servidumbre y decadencia que se nos arrostra?
Creedme, hermanos, podemos ir más lejos aún. Mientras Europa se desvencija y se desbarata podrida con sus egoísmos y pretendida sabiduría que la vuelve cada vez más salvaje (más bárbara), nosotros iremos recuperando nuestro puesto. Y nos incumbe interesarnos por asumir la directoria cuyo privilegio hemos conservado por milenios, y destruir por completo el fatídico mal de Occidente (civilización).
Nuestra espiritualidad es invencible, y, mal que les pueda pesar a los occidentales, somos los vencedores de aquellos que se empeñan en ser nuestros verdugos…y brillar.
El sol espiritual de Oriente no dejará jamás de salir y brillar para fecundar los valladares extenuados del occidente corrupto de civilización, con abonos más verdaderos cual la espiritualidad.
Este sol es nuestra propia humilde grandeza, tan formidable como incomprensible para el ilusionado criterio que nos humilla, desprecia y explota.
Este es el más importante mensaje que la India presenta ante un mundo materializado, ante un mundo dominado por ideas de lucro material, ante un mundo cuyo criterio de valuación no es otro que la importancia comercial o mercenaria.
Y esa nación es enorme por la extensión de su espíritu y la superioridad suya sobre el resto de la humanidad, en fin porque ejerce dominio sobre los más de los habitantes del globo.
¿Qué importan los ideales acerca de Dios, del alma y del sumo bien en el progreso del mundo? ¡Dígalo Cándido! ¿Acaso es estable y verdadera la sociedad civilizada que se fundamenta en seudo-principios de libertad (?) y equidad y en el poder de los ejércitos y de la armada, a despecho de la Liga de Naciones y de las conferencias? No queremos decir que los asiáticos todos estén animados por tan altos ideales religiosos y espirituales; el materialismo ha hecho adeptos en estas tierras colonizadas por la fuerza; lo que sí afirmamos sin temor de contradicción es que la literatura oriental toda, la expresión más genuina del alma hindú y amarilla, está saturada por naturaleza de un ambiente eminentemente religioso, propicio a las elegías abstractas. Y está predicando al mundo que se vanagloria de civilizado que lo que le importa es el ideal magnánimo, la aspiración sublime y desencadenada de las ruines estrecheces de la materialidad. El Rabbi Darti Ben Natchoun en su “Revolución espiritual” ha dicho muy atinadamente: “Los intereses materiales pueden servir para agrupar individuos y naciones, más solamente ideales espirituales de verdadera hermandad pueden edificar la asociación de individuos y colectividades y hacerla duradera con espíritu de bondad y justicia.
K.H.