LA LUZ DEL MAESTRO
Especialmente dedicado a los Discípulos, por uno de ellos.
La Misión de un Maestro o Guía Espiritual consiste, en relación con su Discípulo, en esclarecerlo y guiarlo en el Sendero de la Sabiduría. No se debe creer que esto sea fácil para el Maestro ni para el Discípulo. Sin embargo, esta obra no se puede comparar a ninguna otra en todos los dominios, pues es una obra que trata del alma, del corazón y del espíritu así como del entero ser, y el conocimiento perfecto del ser humano no es dado a todo el mundo, ni fácilmente.
Hay un hecho notable y que el Discípulo debe conocer: el Maestro no es un tirano, ni un mago, ni una persona sedienta de poder sobre las almas que vienen hacia Él. Es un FARO Espiritual que guía, inspira y ayuda el Discípulo a navegar sobre el océano de la vida. Esclarece, atrae hacia su luz, brilla con todas sus fuerzas sin incesantemente y muestra el camino; nunca forzará ni ejercerá presión alguna de ningún tipo sobre el Discípulo.
Cuando el Discípulo decide encaminarse a los Pies del Maestro, debe esperar ser tan iluminado que ni un rincón oscuro podrá quedar en él, y ningún ardid podría confundir o engañar al Maestro. Los menores rasgos de la personalidad del Discípulo están expuestos a plena luz a los Pies del Maestro, y el ser entero se siente atravesado por la Luz poderosa y brillante del Maestro. Nada servirá al Discípulo para tratar de enmascarar sus debilidades, sus errores, sus pensamientos más íntimos, o sus intenciones poco honestas si las tienen. No podrá siquiera invocar ser la víctima de las circunstancias o de “entidades invisibles” imaginarias y estúpidas. Esto no entra en el programa de auto-rehabilitación que el Discípulo se comprometió a perseguir en el momento de su Aceptación. En el reino espiritual, las cosas son muy simples y la ley de causa y efecto juega al ritmo rápido de la Iniciación. Esta es una empresa seria y la SINCERIDAD es la cualidad y la condición indispensable para llevarla a cabo de manera satisfactoria. A todo lo largo de la vía de la rehabilitación, el Discípulo se percatará de esto y sus progresos y esfuerzos sinceros lo llevarán a un estado de conciencia y sabiduría en el cual se dará cuenta que el MAESTRO es el mejor garante en la vida de la realidad de los Valores Espirituales y de los Principios Universales. Si el Discípulo no quiere reconocer sus propios errores y debilidades, significa que no es sincero y que rehúsa la ayuda del Maestro. El Maestro no hace más que iluminar al Discípulo respecto a su propio ser y lo ayuda a sobreponerse a sus limitaciones. ¿No es acaso lo que el Discípulo buscaba durante su compromiso libremente consentido que se llama ACEPTACION? Durante estos momentos de mayor lucidez espiritual, el Discípulo se percatará que busca en vez de huir, la Luz del Maestro, pues sentirá en estos momentos una liberación íntima, casi tangible y su alegría será tan grande que Bendecirá a su Maestro con todo su corazón. En sus momentos menos esclarecidos, el Discípulo podrá tal vez sentir menos este beneficio, que a pesar de todo el Maestro irradia sin cesar, pero si es sincero, sabrá íntimamente ser paciente y Bendecir al Maestro a pesar de ello, realizando pertinazmente que el progreso no se hace siempre bajo la misma forma y con la misma fuerza. El Discípulo tendrá una certidumbre reconfortante y magnífica y es que a los Pies del Maestro siempre se verá en su desnudez espiritual, es decir que su verdadera personalidad estará expuesta a plena luz; las ilusiones que otros o el mismo podían tener respecto a su propia persona caerán una a una, como harapos o como viejas pieles muertas. La operación será a veces - muy a menudo – dolorosa, pero el Discípulo sincero lo soportará valientemente, pues sabe muy bien que todo es para lo mejor en su vida y por su propia liberación espiritual.
Este trabajo espiritual que se produce en el Discípulo, cuando está a los Pies del Maestro, es el más extraordinario y el propio Discípulo estará maravillado de ello. Sentirá por ello una gratitud infinita por su Gurú y sacará de su sinceridad la fuerza necesaria para llevar a cabo esta Gran Obra. El Discípulo no sincero, por el contrario, no podrá soportar verse tal cual es y ver descubiertas sus faltas, sus limitaciones y sus errores así como sus ilusiones o sus pensamientos poco dignos. Querrá tratar esconderse o disimular; nada le servirá. Se verá acorralado por sus propias villanías y perseguido por sus demonios íntimos. Se rebelará, evidentemente, y acusará al Maestro de ser quien lo persigue y aplasta. Descubrirá entonces a plena luz todas las lacras y vilezas escondidas en su fuero interno y este sórdido espectáculo causará mucho dolor al Maestro, a los demás Discípulos, tanto como a él mismo. Sin embargo no se dará cuenta que el Maestro no hace más que SER lo que verdaderamente ES: un FARO, una luz espiritual potente que no puede dejar ninguna sombra en derredor suyo. El MAESTRO se verá acusado de todos los pecados y villanías del propio Discípulo, recalcitrante y desbocado, y sufrirá entonces la tortura de ver su hijo espiritual revirarse contra ÉL y maltratarlo vilmente.
Por suerte, el MAESTRO conoce la naturaleza humana a fondo y no ignora absolutamente nada de las condiciones en las cuales el Discípulo vive, crece o progresa. Naturalmente la condición básica, la piedra de toque y el primer paso sobre el Sendero, es la humildad, no la falsa humildad o las condiciones nefastas de un alma endurecida y compleja o de retraimiento estúpido de la vida… La Humildad verdadera consiste más bien en una actitud sincera y digna del Discípulo que quiere hacer de todo su ser un vehículo perfecto para el Espíritu y que sabe reconocer sus fallas, o ver las barreras que le impide hacer este trabajo. Aún así, no es suficiente reconocer sus errores y limitaciones, es imprescindible ser sincero en sus resoluciones y los esfuerzos que se tienen que hacer para alcanzar el Ideal que queremos ser. La humildad y la sinceridad deben necesariamente estar acompañadas por un sentido valiente del Discípulo ante la vida, ante su Maestro, y ante el Universo entero. Sentirá entonces que camina en el sendero recto y no sufrirá de manera estúpida cuando las dificultades se presenten ante él. Sabrá tomar las lecciones de la existencia y extraer el sentido de los acontecimientos sin dejarse derribar, vencer, aniquilar por ellos. Sentirá también que nada en esta vida es estático y que las condiciones cambian incesantemente. Pero tendrá siempre en el espíritu, en su corazón lo ESENCIAL que es la única Verdad y la Vía misma.
En este estado de espíritu, siempre podrá estar en condición de Bendecir infinitamente a su Maestro en sus fueros internos y por su actitud en la vida, con toda la fuerza de su devoción y verá en su Maestro un Benefactor como no podría encontrar en esta vida o en ninguna otra.
El Discípulo siempre puede escoger en cada momento de su existencia: ser el feliz viajero que arrima su carro a una estrella (el Maestro), o el pájaro nocturno que viene a aplastarse miserablemente contra las luces del faro que quería guiarlo e iluminarlo …..
Anandevi