EL ANTHROPOS SE ENFRENTA AL COSMOS

“Somos tan grandes como los misterios que amamos, atendemos, servimos y glorificamos”

 

“Reflejamos nuestras deidades, porque ellas corresponden a nuestras características más íntimas. Es, de hecho, una cuestión de ser humano en busca de realización y logro divino.

 

Pr. OM Lind Schernrezig

La naciente inteligencia del hombre tuvo que partir para preguntarse de qué se trataba el espectáculo grandioso, hechizante e inexpresable de la vida a su alrededor, así como en su interior. Indudablemente, estaba asombrado, y todas sus experiencias y comentarios lo llevaron indefectiblemente a interminables consultas y, finalmente, a infinitas preguntas. No sólo no pudo entenderlo todo, sino que no pudo distinguir el por qué ni el cuándo, ni el dónde ni el cómo, y mucho menos la causa principal, así como el fin último de la vida y de todo.

Ha pasado tiempo, posiblemente dos millones de años[1] desde que el hombre comenzó a utilizar su inteligencia exteriormente, es decir por motivos más que aquellos exclusivamente animales o instintivos, y más egoísta que social, colectiva o universalmente (cósmicamente). Su conciencia tuvo que evolucionar de apenas conocimiento a un mecanismo de fuerza cohesiva y coincidente y múltiples formas de diferencia y conciencia difusa.

Al principio el hombre estaba desconcertado, ofuscado, confundido, maravillado, atemorizado, y siguió evolucionando con sus nociones nubladas e impresiones imprecisas. Lo hizo bastante bien, al menos logró ocupar un lugar de importancia y de poder incuestionable en medio del resto de la creación. Pero nunca supo quién o qué era el creador, o por qué, cómo, cuándo, de qué y para qué se emprendió la creación.

El hombre se ha esforzado mucho, insistente y consistentemente, por llegar a la raíz de todo, porque de alguna manera se dio cuenta de que si poseía ese secreto, la vida sería mucho más fácil y sería mucho más feliz.

Ha pasado el tiempo, y hoy mismo, el hombre prosigue con creciente preocupación, ansia y fervor, su gran búsqueda, como si toda su existencia dependiera de este conocimiento. Esta actitud, por supuesto, se debe a toda la sabiduría que ha alcanzado. Pero él permanece hoy tan confundido, perplejo, incierto y asombrado como siempre. La ciencia hace progresos admirables también en los campos del arte, la filosofía y la religión. Pero ante el maravilloso espectáculo de la vida de todo el universo, todavía nos falta mucho por aprender. Debemos seguir buscando en todas partes y siempre, pero sobre todo dentro de nosotros mismos. Incluso la parte más pequeña de nosotros mismos es también parte del gran universo infinito.

La divinidad, nos atrevemos a decir, también está íntimamente relacionada con el individuo humano. Hasta qué punto esto es cierto es lo que nos estamos esforzándonos por descubrir. Mientras alcanzamos la verdad, algunos de nosotros podemos adorar lo desconocido. Lo que sería una completa locura es negar o rechazar de plano lo que no sabemos y tal vez nunca entendamos realmente.

Su Santidad el ilustre Koot Hoomi Lal Singh

Señor Regente de Aghartha

Prácticamente la única persona que se negó a asociarse, relacionarse o compararse con algún tipo de deidad mundana.

* * *  Dios, los dioses necesariamente deben morir cuando son solo creaciones fantasiosas de algún creyente supersticioso o iluso. Luego la gente intercambia deidades por mandato fantasioso. También los dioses mueren, asesinados por sus más fervientes fieles, en efecto, cuando éstos los defienden en vano, los adoran hipócritamente y se comportan vergonzosamente contra sus mandamientos, preceptos, sagrada comunión y bendiciones. Dios y los dioses se desvanecen cuando la fe se disuelve o se debilita y se olvida. Pero no pueden sobrevivir a las atrocidades e infamias perpetradas en su nombre o beneficio. Rectitud, bondad extrema y serenidad ennoblecedora.

No puede haber un dios residiendo donde no hay bondad ni rectitud, bondad extrema y serenidad ennoblecedora.

 

[1] Nota de Revista ARIEL. La ciencia occidental actual nos habla de aproximadamente 150.000 años.