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Lección Especial II. Fuera de Serie.
Por el Venerable Maestro K.H.
(original en francés)
La Habana, 12 de marzo, 1951
Cuando el alma está cansada de sufrir y de dar vueltas en redondo sin lograr resolver los grandes problemas que la afectan, y cuando no logra evitar los conflictos y las miserias de la vida común que les obsesiona, tales malos demonios, mientras nos inspiran despreciables pasiones y horrorosos vicios, es completamente natural que actué como un enfermo desesperado que busca, por todos los medios, liberarse de misteriosas influencias… Es como el náufrago, en fin, que sabe que sin su último esfuerzo está condenado a perecer echándose a pique.
La tragedia del individuo se resume siempre en una falta de plena conciencia, o de capacidad para utilizar las fuerzas íntimas del alma. Tiene una potencia vital extraordinaria, pero le falta a menudo la sabiduría que le permitiera de utilizarla bien, así como la disposición para demostrarla mejor.
En realidad, el individuo es siempre víctima de él mismo, y entendemos eso en el sentido más amplio de la palabra, pues es el que escoge los lugares donde deberán acontecer los eventos de su vida, y es todavía el que provoca, en los menores detalles como en sus más desagradables condiciones, todas las circunstancias que atraviesa. De cualquier manera que se quiere analizar la realidad que toca de cerca la vida individual, es absolutamente cierto que siempre se encuentra la raíz de los hechos y la causa de los acontecimientos en el individuo mismo. Por cierto, eso se confirma por el hecho que los acontecimientos, alrededor de cada uno de nosotros, no nos afectan si no nos tocan de cerca. Es imprescindible que haya un nexo íntimo entre el individuo y las cosas, o los acontecimientos, para que estos lo afecten de manera cierta.
La Bodha, o Conciencia Espiritual, es pues una experiencia íntima y debemos tomarla, ante todo, como una forma de higiene integral. En muchos casos se deberá, incluso, considerarla como un tratamiento terapéutico del alma o, aun, como un método de rehabilitación vital y psicosomática corrigiendo el mecanismo neuroendocrino. Es toda la estructura personal y todo el compuesto humano que están a revisar, a re-educar con un objetivo de rehabilitación total.
Un individuo sufre por varias razones. Naturalmente, la ignorancia entra por mucho, pero hay también la falta de integridad individual, que asume la autonomía vital de cada uno, en todas las circunstancias, e incluso podríamos decir, una soberanía de carácter y de valor espiritual en el curso de la vida.
Creemos que el individuo es demasiado amarrado (atado) a sus propias ilusiones y sus propios deseos. Entre estos, hace falta contar las tradiciones, los cultos, las costumbres, e incluso los prejuicios. El hombre se vuelve seguramente la victimas de sus propias ilusiones y deseos, cuando esos aumentan en potencia y buscan condensarse bajo forma de costumbres (hábitos), de pasiones o de vicios. Es entonces que aparecen los traumatismos sicológicos, las neurosis, las alucinaciones místicas, las psicastenias de origen metafísico, las obsesiones de origen psicopatológico, la parresia, los trastornos funcionales de origen psicológico, las alergias, las anomalías biogenésicas y psico-eróticas, en fin las diversas formas de histeria debidas a las disfunciones hormonales, e incluso los desdoblamientos de la personalidad y las formas más diversas de la insania.
Es preciso tomar bien en consideración este campo de acción donde (en el cual) se desarrollan los hechos de la vida humana, pues confrontamos ahí las condiciones más diversas que caracterizan la existencia. ¿Y porque no decirlo de una vez? los trastornos de orden psicológico y neuroendocrino son más frecuentes, o si se quiere de actualidad más apremiante, en las personas que poseen un egocentrismo acentuado. Eso quiere decir que los individuos que se ocupan más de ellos mismos, y que cultivan un interés especial en las esferas misteriosas del espíritu son los más afectados en el sentido mórbido, en las zonas más sensitivas de su personalidad. Es por ello que se ve los místicos, los soñadores, los poetas, tan a menudo víctimas de defectos psicóticos y de condiciones anormales de causas profundas, del resorte mismo de las fuentes misteriosas de la vitalidad.
Dígase lo que se diga, es imprescindible tener el valor de encontrar en el mecanismo biológico la causa de los males que nos afectan, y no es escondiendo la realidad bajo bellas fórmulas filosóficas o religiosas que se logrará rehabilitar al individuo, o volverlo perfecto en la medida de sus mejores aspiraciones. Confrontemos pues la vida de una manera práctica, y tratemos de resolver estos problemas que obsesionan el alma humana, y son la causa de todas las miserias de este mundo.
Eso dicho, resalta claramente que es en el individuo mismo que hace falta buscar la causa de todos los males, de todos los vicios, de todas las miserias y de todos los sufrimientos. Cuando el ser humano se comprenderá mejor, tendrá la llave de todas las fórmulas de la vida, y poseerá el remedio a todos los males, el bálsamo a todos los sufrimientos, y la solución a todos los problemas. No debemos buscar fuera de nosotros mismos la causa de los conflictos que se desenvuelven en el fundo de nuestra alma, o los motivos de nuestras peores experiencias. Incluso si las causas de todas nuestras desgracias debían encontrarse fuera de nosotros, es siempre más conveniente buscar en nosotros la verdadera fuente de nuestras miserias y deficiencias, o de nuestra ignorancia, pues la vida siempre se resume en una fórmula de acuerdo con nuestros propios esfuerzos, es decir, con la actividad y la conciencia que nos caracterizan.
Bien comprendemos que no hay nada más complicado que de guiar almas que no quieren ser guiadas (conducidas), es tan difícil como incitar las gentes a pensar. En realidad las almas tienen el tipo de vida que merecen, y no pueden conocer algo mejor que lo que su propia conciencia les permite.
Es pues bien en el mecanismo de la conciencia que hace falta buscar la solución de nuestros problemas, la llave de todos los misterios. Cuando decimos conciencia, entendemos este mecanismo básico de la vitalidad en nosotros, o si se quiere, el ímpetu y el estado íntimo que nos empujan hacia los diferentes horizontes de la vida y nos inspiran de una manera bastante misteriosa, para conocer o poseer las llaves, motivos y causas de todas las cosas.
El individuo que vegeta inconscientemente persigue una vida sin objetivo aparente, sin realidad concreta, como una especie de sombra obsesionada por unas ilusiones, y superficial como los deseos que la inspiran. En tales circunstancias no se puede exigir maravillas de espiritualidad o de genio creador.
Por otra parte, las almas ávidas de penetrar los misterios de la vida son prendadas por motivos superiores, e incluso de certidumbres bien precisas. En este caso, el mecanismo de la conciencia es activo y la vida se revela en sus resortes y designios maravillosos. La conciencia actuante borra los misterios y lleva el alma hacia conquistas de orden genial e incluso divino.
En el caso de la conciencia despierta, la psique se encuentra controlada, iluminada e incluso amaestrada (dominada). Por ello el mecanismo de la vida se desenvuelva hacia objetivos sanos y creadores. Todas las condiciones Bio-dinámicas del individuo se desenvuelven normalmente, y los fenómenos de la proyección anímica y de la trasferencia pisco-emotiva son caracterizados por un sentido vigoroso, creador e ideal.
La verdadera interpretación de la vida debe ser una expresión (demostración) de fuerzas y de calidades, en el sentido existencial de la palabra. Queremos decir con ello que hace falta analizar la realidad en sus justas proporciones y no substituir la realidad por el ideal. El individuo es, ante todo, lo que es,, y lo que deberá devenir deberá ser modelado más tarde en la medida de las posibilidades que nos ofrece esta realidad. En otras palabras todavía, no es negando la realidad que se glorifica el ideal, sino más bien volviendo ideal la realidad, mediante una transformación efectiva. El ideal deberá en todo tiempo ser, sobre todo, la realidad idealizada por la vía de la sublimación de lo que es ya.
La conducta el individuo depende de una manera inmediata de sus propias condiciones íntimas. No se debe pues buscar la causa de los defectos de la personalidad en las normas de conducta, o en los sistemas ideológicos, como tampoco en los métodos de culto, sino más bien en la estructura de esta misma personalidad. Una personalidad enferma, agresiva, viciada o monstruosa, es, ante todo, desviada de su sentido biológico normal, y si lo analizamos bien, descubriremos la causa de estos defectos, miserias, sufrimientos o desgracias en su actitud mental, o si se quiere en la tónica de la actitud del mecanismo mental del individuo.
Estas nociones se han de comprender. Es preciso estudiarlas bien. Cada uno beneficiará de manera extraordinaria siguiendo de cerca estas fórmulas fundamentales de la vida.
No entendemos de ninguna manera pontificar, y no dictamos ningún dogma. Nos limitamos aquí a estatuar, de alguna manera, sobre las condiciones de la vida sana, y revelar los motivos de las desviaciones de la energía vital así como del carácter de toda personalidad.
El estudiante deberá ser, desde ahora, imbuido de la tarea que le incumbe cerca de nosotros, y empezar a considerar la vida del punto de vista de la terapéutica trascendental. Lo propio del Sabio es conocerse bien. Lo propio del Estudiante de la vida es insistir y buscar sinceramente a conocerse a si propio.
Nuestra tarea será tanto más fácil en el porvenir que sabremos esforzarnos en esta vía de manera absolutamente sincera. Es a nosotros a no fallar esta oportunidad perdiendo el camino que se revela ya lleno de luz transcendental.
Traten de perseguir su tarea admitida en plena conciencia y hasta el fin. Y si por desgracia debieran un día cambiar de idea, esperemos que no sea de manera contraria a los felices designios que los inspiran ahora.
Con ustedes.
K.H.