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Lección Especial VII
Por el Venerable Maestro K.H.
(original en francés)
La Habana, 28 de noviembre, 1950.
Mis bien Queridos Discípulos:
El tiempo y el espacio no cuentan en el Reino Espiritual. Las relaciones entre nosotros, establecidas el día de su recepción como Discípulos, no cesan y continúan siempre, a pesar de todo y en cualquier circunstancia que la vida nos depare. El Discípulo sincero puede sentir eso en su ser interior, y como prueba de ello les someto ahora una carta que he recibido recientemente de una Discípula alejada de mi por la distancia.
“Estoy profundamente triste pensando en todo lo que Usted sufrió en Europa por traernos la Luz. ¡Qué gentes miserable aquí, le pagan a Usted con ingratitud!… Deberíamos todos elevarlo a Usted a lo más alto de la Gloria Humana”.
“Pido a todas las fuerzas del Universo curarlo en su cuerpo y su corazón maltratado. Querido Señor, aquí, Usted siempre está presente en nuestros corazones. Continuamos con nuestros cursos. No podríamos pasarnos sin ellos. Cerca a Usted, nuestro trabajo de superación sería más fácil, porque a menud, tengo la impresión de no ser comprendida ya, ni por mi familia, ni por mis amigos y es una alegría cada semana reencontrarnos. Formamos una familia y somos sus hijos. Usted es nuestro Sol, nuestro punto de apoyo. Es el gran corazón del Universo abierto para todos”.
“Nos amamos profundamente, bien lo veo, y si un día pudiésemos estar cerca de Usted, para mimarle y devolverle un poco lo de que nos ha dado, porque nos lo dio todo. Querido Señor, gracias por las fuerzas que recibí de su parte. No sé lo que me había ocurrido, estaba como hechizada. Ahora todo terminó. Me siento armoniosa. Gracias de todo corazón, y ojalá pueda Usted recobrar la salud de inmediato”.
“Me doy cuenta que la distancia no nos separa. Estamos unidos por el corazón, y mis pensamientos vuelan a menudo hacia Usted. Le envío, Venerado Maestro, mi gran afecto y mi gratitud eterna”.
Este vibrante testimonio de una Discípula demuestra en que medida el tiempo y el espacio son vencidos por la Fuerza Espiritual actuante. Naturalmente, estas condiciones se adquieren unicamente mediante el autocontrol y superando nuestras propias limitaciones y debilidades como las condiciones que nos rodean y que no están en armonía con nuestros propósitos, nuestras aspiraciones y nuestras convicciones.
Esta maestría se basa ante todo sobre aspiraciones firmes, certidumbres inquebrantables y unos pensamientos claros y concretos. Es actuando en nuestra propia conciencia que lo logramos.
Nuestra conciencia es la fragua en la cual preparamos y fortificamos las condiciones de nuestro ser, utilizando el material poderoso de nuestros mejores pensamientos. El Fuego utilizado en este caso es la pureza de corazón. El herrero seguimos siendo nosotros mismos bajo la forma de Ideal vivificante, de voluntad firme, y de sentimientos ennoblecedores.
El herrero que somos debe vibrar en poder y escoger los elementos que le convienen. Debe empeñarse, en fin, en la producción de algo maravilloso, meditado en su conciencia, mimado en su corazón, medido en su mente y glorificado en su espíritu.
En esta realización, cada uno debe dar curso a sus facultades íntimas y cultivar otras nuevas mientras sea necesario. Cada uno se convierte en el artesano de su propio destino, capitán y juez de su alma, atanor de las mutaciones y conquistas escogidas, el magnífico vehículo de sus propias aspiraciones, y finalmente, el Altar en el cual oficia para responder a los sublimes designios de la vida y glorificar las Potencias Divinas de las cuales se inspira.
Esta Ciencia Espiritual nos permite conquistar el tiempo y el espacio porque nos identifica con la Esencia misma de la Vida, y responde a los Principios y designios propios del Espíritu Universal.
La base, en la Iniciación, es la Sinceridad. Siempre volvemos a ello porque tan pronto como uno deja de ser sincero, pierde contacto con sus propias necesidades vitales, así como con sus propias aspiraciones fundamentales. La insinceridad provoca la vanidad, el orgullo o el egoísmo, y con ello todo tipo de pasiones malsanas, los vicios, el deseo de explotar a los demás, la posesión personal exagerada, y en fin, las guerras.
La falta de sinceridad desnaturaliza las almas, envilece los corazones, turba las conciencias y confunde las mentes, aún en sus mejores designios.
La insinceridad convierte a las gentes en monstruos, y es la característica del “fantasma del umbral” que nos impide la entrada al Templo maravilloso de la Verdad Eterna.
El individuo insincero vuelve natural la mentira, la hipocresía y todas las bajezas del hombre. De ahí que sin sinceridad no es posible perseguir las maravillosas conquistas y realizaciones de la Iniciación.
Es mediante la sinceridad que nos es permitido comulgar espiritualmente. Ser sincero es despojarse de toda condición extraña a nuestro objetivo. Es ser como el herrero que calienta al rojo vivo su pieza, y la trabaja sobre un yunque de verdad y no sobre ilusiones, sueños, prejuicios, aspiraciones indignas o mediante propuestas deshonestas y monstruosas.
La sinceridad es la Piedra de toque de nuestra alma y el medio por el cual llegamos a dar buena forma a nuestras aspiraciones íntimas. Las almas insinceras, por tanto, son incapaces de proyección creativa y pura o noble, porque les falta la base misma para el andamiaje de una vida magnífica y divinamente concebida.
Cultivando la sinceridad, somos como el jardinero que cultiva conscientemente su jardín, o el herrero que sabe hacer uso de su yunque.
La sinceridad es de vital importancia para nuestras propias elaboraciones íntimas, así como para asegurar los lazos entre las almas juiciosas, bien inspiradas, divinamente orientadas.
En el transcurso de sus meditaciones consideren que son ustedes como el herrero que busca mejorar las formas y perfeccionar un destino. Sean forjadores de una mejor personalidad,l creadores de un nuevo destino para ustedes.
Sin embargo, cuidado con las fantasías pasajeras, las ilusiones engañosas y los designios demasiados egoístas. Hagan de la vida una búsqueda de mejoramiento integral, humanismo heroico, visión creadora o elevación ennoblecedora. Pero, sobre todo, rehúsen cultivar la flor exótica de un personalismo por demás exagerado. El egoísmo que nos aleja de los Principios Espirituales, que envilece, que rompe las armonías del alma, y que hace del corazón un campo de batalla de pasiones indignas, o de sentimientos desprovistos de nobleza no debe existir para el Iniciando sincero.
La Iniciación tiene como objetivo destruir en nosotros las fuerzas, las formas y las costumbres que son obstáculos al alma ansiosa de liberación y movida por aspiraciones que conducen a la sublime Luz del Espíritu. El Iniciando sincero debe pues apartar de él todos los elementos foráneos o contrarios a sus mejores aspiraciones. Iniciarse es romper con el pasado y las condiciones que no corresponden al Verbo Espiritual.
El Iniciando encontrará siempre plena satisfacción en sus aspiraciones solamente cuando se haya liberado de todo egoísmo y librado de las condiciones que obstruyen su ser y obstruyen la ruta a sus ímpetus de su alma.
El Discípulo que se deja encadenar por el egoísmo corre el riesgo de verse hundido cada vez más en los mundos ilusorios, que son tiniebla y veneno para el alma sincera y ávida de liberación.
El Discípulo debe necesariamente vivir en armonía con los Valores Espirituales, más que de acuerdo con las condiciones aparentes y fugaces de la vida de los mundos materiales. Debe por tanto recordar en todo momento que tiene una tarea que cumplir, y que mientras sea sincero, nunca puede volverse completamente víctima de ninguna duda pasajera, de ninguna ambición frustrada, de ninguna ilusión diezmada, de ninguna circunstancia por compleja o incluso trágica que pueda ser.
El egoísmo no es un puerto de atraco para el alma. No es más que una posición mal calculada, o una condición turbada por vestigios de instinto posesivo y de lastres de pasiones todavía mal entendidas. Es indispensable comprenderse todavía mejor, analizarse más atentamente y, en fin, lograr el autodominio, si quieres verdaderamente beneficiarte de las maravillas del potencial espiritual que se logra irradiar cuando uno es verdaderamente sincero.
Estas consideraciones, Queridos Discípulos, los ayudarán a comprender mejor la tarea que nos incumbe, y nos permitiran fortalecer las almas en sus esfuerzos de dominio y mejoramiento integral.
Reciban toda mi Bendición de Paz, Salud y Protección.
Maha Chohan
KUT HUMI LAL SINGH